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HOSPITAL BELGER

Thomas Derman controlaba el acceso al parking en una caseta pequeña a unos 500 metros del hospital, donde reposaba sus horas nocturnas leyendo Blut und Zelluloid de Heinrich Eduard Jacob. Eran las 22:32 del 24 de junio de 1940 y Thomas escuchaba de fondo la radio donde informaban de la visita de Adolf Hitler a París. La noche parecía tranquila en las afueras de Sulingen pero algo terrible estaba por ocurrir. El recinto ocupaba 9 hectáreas y en él había un pequeño estanque, un edificio de oficinas, un huerto donde se cultivaba mucho la patata, una zona de deporte donde se practicaba carrera y salto y el hospital que estaba formado por cuatro áreas unidas por un gran patio central. Además de la caseta de acceso de entrada que se unía al edificio principal con 60 robles, 30 a cada lado del camino. De las cuatro áreas una estaba cerrada, dos contenían toda la actividad de los residentes psiquiátricos y otra estaba controlada por el ejército alemán.  El centro abrió sus puertas gracias a Emilio Valentine, un inversor italiano que se dedicaba a reformar edificios de la antigua república de Weimar en su periodo de entreguerras y los convertía en hospitales y centros psiquiátricos.

Emilio inauguró el centro como Hospital Belger el 1 de abril de 1938 de la mano de Erika von Ribbentrop, a la que delegaría todas sus funciones como directora. Erika había estudiado medicina en la universidad de Mannheim y ya había trabajado como médico en Hamburgo con Javine Slöt, una enfermera de Vadstena, Suecia, a la que también Emilio conocía.

Entrada la Segunda Guerra Mundial, el señor Valentine, se vio forzado por  el ejército Alemán a usar la área este de su hospital como laboratorio de experimentos, dejando el resto del centro con actividad normal. Esa parte del hospital quedaría totalmente restringida y en la que una veintena de científicos experimentarían con 58 personas. Las habitaciones de esa área habían sido habilitadas  exclusivamente con la mayor tecnología del momento y los mejores profesionales de la Alemania Nazi.

Javine Slöt era la jefa de enfermeras, pasaba noche y día en el hospital psiquiátrico. Arrogante, víscera e impulsiva, se tiraba las horas muertas charlando con Jack Bolhen y Marcus Kalemba, dos ayudantes muy corpulentos que seguían de cerca todo paso de la señorita Slöt. Ésta vivía con su hermana en Maasen, una aldea a 6 kilómetros de Sulingen. Venía cada tarde al hospital en bicicleta, frisaba el metro ochenta, tenía 37 años, el pelo rubio y siempre lo llevaba recogido. Jack, tenía 24 años y era uno de los camilleros, sus padres eran de Berlín pero llevaba desde los 16 viviendo con su abuela en Suningen; le gustaba la música, pintar y siempre soñaba con llegar a ser un gran médico. Se encargaba del área oeste y tenía muy buena relación con los residentes. Marcus tenía 20 años, llevaba en el centro dos meses.

Varios enfermos visitaban cada noche la sala de enfermería para pedir algún hipnótico para poder conciliar el sueño. Uno de ellos, Ernest, era un chico de 23 años, tímido, muy delgado y con las facciones de la cara muy marcadas. Lara y Berta de 21 eran dos hermanas gemelas que habían sufrido un incendio y en él la pérdida de todos sus familiares. Todos ellos tenían muy buena relación con los ayudantes e incluso muchas noches les dejaban salir a fumar, pese que estaba prohibido salir al patio a partir de las 17 horas. Otro grupo de chicas, Silviet de 22, Emma de 19 y Nadja de 27 solían pasar muchas noches hablando con Marcus y Jack en el comedor. Jack estaba enamorado de Nadja, pero como éste era muy tímido quedaba siempre en silencio mientras Marcus era quien se llevaba todo el protagonismo.

Todo parecía tranquilo, el reloj marcaba las 22:29 y los pasillos se iluminaban tan sólo con la luces de emergencia. Javine había salido a tomar el aire y a fumarse un cigarrillo, ya que Alemania estaba en plena campaña contra el tabaco y se tenía prohibido fumar en espacios públicos. Con el cigarro en la boca, se quitó la cofia y se soltó el pelo para volvérselo a recoger, en ese instante comenzó a sonar una alarma, tiró el cigarro y lo chafó con el pie; se dirigió hacia la sala de enfermería, donde estaban todos sus compañeros sentados comentando el tema. Todos coincidían con lo mismo, ese fuerte sonido provenía del ala este, donde tenían el laboratorio experimental de humanos. Javine llamó a Thomas para preguntarle si sabía lo que estaba pasando, ya que la alarma no paraba de sonar, le confirmó que efectivamente era del ala este, pero que había estado llamando al Doctor Diether (responsable nocturno del laboratorio) y no respondían a las llamadas; así que entonces Javine y Marcus se acercaron a las puertas centrales que daban con el ala este, mientras Jack quedó vigilando la enfermería.

La comandante del ejército William Schawer, responsable general del proyecto, había pasado todo el día en el laboratorio y se había reunido con todos los profesionales del área este. Diether comentó en la reunión que el virus F3A85 había tenido una mutación y un desorden genético que había alterado el sistema nervioso central en uno de los pacientes por lo que habían tenido que atarlo y extremar la seguridad en el laboratorio. Diether y el equipo médico había seguido de cerca el paso sintomático del sujeto:

Minuto 4: decoloración púrpura después de la infección del virus.

Minuto 6: fiebres altas entre 38-40 grados, demencia y algún que otro vómito.

Minuto 8: pérdida de coordinación muscular y ritmo cardíaco bajo

Minuto 9: paro cardíaco y actividad cerebral 0

Minuto 12: resurrección

Diether explicó al comandante Schawer todos y cada uno de los pasos que habían dado, tal y como éste había pedido. El resultado era obvio, le habían administrado un virus el cual en menos de 10 minutos había acabado con su vida y pocos instantes después había vuelto a respirar. El sujeto tenía un rostro pálido, ojos rojos, olfato agudo y habían visto que no tenía circulación sanguínea, sino únicamente tubos con sangre congelada. Lo que si seguía funcionando eran sus pulmones. La misión de Schawer era conseguir un ejército más fuerte, con más aguante, resistible a todas las adversidades posibles; y lo consiguió. Tenían mucho trabajo por delante pero la celebración era máxima. Ahora la misión era mantener un secretismo absoluto y trabajar cuidadosamente con el sujeto. Lo que habían creado era un arma humana, un zombi.

El día en el laboratorio había sido muy duro, las constantes pruebas con el sujeto y la reunión general había alterado el funcionamiento diario del ala este. Schawer marchó sobre las 19 horas y el sujeto quedó aislado de los otros 57 en una sala que llamarían 'sala 0'. Sobre las 21:47, el enfermero Michael Lang entró a la sala a administrarle fenobarbital, al entrar, Michael observó al zombi, éste estaba en una camilla atado de pies y manos y con una bata blanca, la sala no tenía ventanas, era amplia y tenía unos focos de luz muy potentes. Michael dejó la bandeja donde llevaba la jeringuilla, cogió ésta y se dispuso a inyectársela en un brazo, fue en ese momento cuando el sujeto giró la cabeza y mordió al enfermero en su costado izquierdo, cayó al suelo desangrándose rápidamente. Intentó llegar a la puerta y gritar para que alguien le escuchara, pero era imposible, la sala 0 estaba retirada por largos pasillos. Lang salió de la sala y murió en medio del pasillo, resucitó en unos diez minutos, convirtiéndose en un zombi. Así comenzó el panorama en el ala este del hospital Belger: uno a uno iban cayendo con los mordiscos de estos 'no muertos'. Lang se levantó y comenzó a caminar por el oscuro pasillo hasta llegar a una sala donde descansaban algunos de sus compañeros, éstas serían sus primeras víctimas.

 

El Doctor español Víctor Somosiego estaba en una pequeña sala sentado en un sofá con los pies estirados en una silla y leyendo unas cartas de su madre que le enviaba desde Santillana del Mar en Cantabria. Víctor tenía la puerta medio abierta, estaba de espaldas a ella y escuchó el rechinar de las bisagras pero éste no se dio la vuelta, ya que pensaba que era uno de sus compañeros. Escuchó un sonido agudo y cuando giró su cara se encontró a un zombie que le estaba mordiendo en el hombro, el doctor se levantó del sofá y se cayó al suelo, tiró una mesa llena de papeles y la lámpara que daba luz a la sala, al caer se quedó todo a oscuras. Víctor comenzó a patalear para quitarse a esa bestia de sus pies. Se levantó y salió corriendo pero se dio cuenta que algo no iba bien, por los dos lados del pasillo se acercaban más zombies. No tenía escapatoria, sabía que iba a morir. Se fijó que detrás de él había una palanca que activaba la alarma, fue lo último que pudo hacer, los zombies se tiraron encima de él y Víctor comenzó a caer al suelo envuelto en un charco de sangre.

 

El ala este se convirtió en una verdadera masacre. Javine y Marcus, caminaban hacia la puerta que daba al laboratorio por un pasillo ancho, largo y muy iluminado. Dos puertas acristaladas separaban un ala de otra. Ya desde el principio del pasillo se veían parpadear las luces y varias sombras que se movían perdidas y la alarma no cesaba. Al aproximarse a la puerta, se dieron cuenta de que algo no andaba bien, vieron cuatro o cinco cuerpos en el suelo ensangrentados. Intentaron abrir las puertas, pero en ese momento apareció un zombie en el cristal, lleno de sangre en la boca. Excepto Thomas, nadie tenía contacto con el laboratorio, pero los veían entrar y salir con los coches en los jardines principales y sabían que ese ser era Michael Lang. Éste estaba postrado en el cristal, dándose golpes en la cabeza para poder abalanzarse sobre ellos. No era ninguna broma, la enfermera y el ayudante no hablaban, sólo miraban perplejos la horrible situación. En ese instante, vieron como un cuerpo postrado en el suelo se comenzaba a levantar haciendo movimientos extraños y una vez erguido, corrió hacia el cristal junto al otro zombie, era Diether. Al ver sus caras y las intenciones que éstos tenían, comenzaron a retroceder de espaldas. Mientras se iban alejando veían aparecer más zombies en la puerta y entonces echaron a correr.

Al llegar a la enfermería, Javine cogió el teléfono y le contó a Thomas lo que estaba ocurriendo y que efectivamente la alarma provenía del ala este. Thomas  avisó a la Gestapo y al comandante Schawer y seguidamente se aseguró bien de cerrar las puertas de acceso.

Excepto el laboratorio, el centro psiquiátrico no tenía seguridad, aunque Thomas si poseía licencia de armas ya que había prestado servicio anteriormente en la organización de inteligencia militar Abwehr y cuando comenzó el proyecto del laboratorio, le obligaron a ocupar el cargo de seguridad en Belger.

Thomas cogió su pistola y se acercó por el camino hacia el edificio mientras se escuchaba algún que otro disparo desde dentro. Cuando llegó le estaban esperando en la puerta Javine, Marcus y Jack. En ese momento se adentraron por los pasillos y se comenzaron a cruzar con muchos de sus enfermos que preguntaban y murmuraban entre ellos.  Thomas iba delante, Javine iba cogida a Marcus y jack acompañado más atrás con Lara y Berta. De repente se escuchó un  ruido muy fuerte de cristales, al girar el pasillo podían ver lo que había sucedido, la puerta de acceso al laboratorio se había roto, los zombies comenzaban a pasar.

 

Comenzaron a retroceder y a pedir a todo el mundo que se encerrara en sus habitaciones pero ya era imposible controlar lo que estaba sucediendo. Mientras los demás se encerraron en el control de enfermería, Thomas y Javine salieron a la puerta de entrada y al abrirla se encontraron con que los zombies habían podido salir del laboratorio por las ventanas y estaban por todo el recinto. Thomas, antes de salir de la caseta de vigilancia había cerrado todas las puertas, por lo que se encontraban en esos momentos en una ratonera. Los zombies comenzaron a ganar terreno y los pocos supervivientes morirían días más tarde.

 

La Gestapo nunca llegó, porque todo había estado intencionado, Schawer ordenó a Von Ribbentrop aflojar las tiras de protección de la cama del primer sujeto, por lo que éste pudo morder a Michael. Consiguieron crear esa arma humana y al poco tiempo abrieron las puertas de Belger para que salieran todos los zombies y crear así una gran hecatombe.

DANIEL GARCÍA

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